Me cuesta darme cuenta de que aún es Abril, y el tiempo por aquí es tan (o más) inestable como yo.
Subiendo escalones me doy cuenta; hace frío y Madrid está más poblado que nunca.
Tengo los labios cortados. No te van a gustar...
Mis manos no están del todo calientes. Es que llevo esperándote más de una hora y no apareces.
‘A las 6 llego’. Y yo estoy aquí a las cuatro y media, por si decides aparecer antes o por si me cuesta encontrarte. Normal que no te vea.
Y ya no es eso,
es que tu forma de caminar no la tiene nadie.
Demasiadas caras tristes y ojeadas,
pero tu mirada tampoco. Tampoco la podría tener nadie.
Que fea estoy. Una vez más, el hombre del tiempo me ha mandado un poco de humedad, otro poco de escalofríos y me ha despeinado mi melena rubia recién alisada.
Todo a conjunto con mi vestido gris y con mi piel blanca erizada, imaginándose el tacto de tus dedos.
Quiero que me veas guapa y con el rímel sin correr.. Pero eso lo doy por perdido. Que mal, que nervios.
Aún así hago esfuerzos sobrehumanos para luchar contra mis pensamientos, que como siempre, acaban ganando, pero camino al ritmo de los tacones de la chica que va detrás de mí.
Ahora siento como si los llevase yo, y de repente noto vértigo. Sí, eso que me produce la simple idea de encontrarme contigo y darte el abrazo que te deje sin respiración, aunque luego tenga que situarme en el norte de Argentina para darle explicaciones sin sentido a tu madre.
Tenerte lejos me ha hecho saber que quería estar contigo más que con nadie.
Sí, porque te imagino viniendo hacia mí y me entran más escalofríos que los que estoy teniendo aquí sentada esperando… Me matas.
Tu pelo, tu sonrisa, tu manera de cruzar medio mundo para verme (entre otras cosas). Pero… espera.
Hoy los doscientos noventa y cinco escalones que he subido hasta sentarme en esta mierda de banco congelado ha sido la clave para darme cuenta de lo que está dispuesto a hacer una persona por eso a lo que llaman "querer".
Llegas.
Me he vuelto loca. Lo doy por hecho. He muerto al saber que era un hecho, que ya te tengo, y he vuelto a sentirme sin vida cuando me he dado cuenta de que no durarás lo suficiente para que conozcas todos y cada uno de los lunares de mi cuerpo, ni para acostumbrarme a saber lo que es verte despertar.
Y de la misma manera, te vas.
"- No me digas que te vas a ir. Ni que te vas a olvidar cuando cojas el maldito avión y vuelvas a la normalidad.
Recuérdame para qué has venido.
Quédate un rato más.
No me importa esperar.
Dame otro beso, sólo uno más.
Quédate en Madrid.
No. No me beses la frente que suena a despedida.
Duérmete otra vez en el hotel que ya me encargo yo de despertarte.
Siéntate.
¿Ves el Retiro?
Por aquí podemos pasear más veces. Todas las que quieras.
No quiero más señas de despedida. Joder.
Péinate, bobo.
Mírame. Explícame qué es lo que falla."
Ya nada vale. Nada valió. Ni susurrarte que te quiero, ni que te iba a echar terriblemente de menos bajo esta manta que hace días compartimos los dos... La misma que ahora tiembla con escalofríos que sólo podrías curarme tú. Vuelve y sálvame... Necesito que vuelvas y me recuerdes que aunque llueva, hay algo por lo que esperar en una estación fría, congelada, congeladísima.
NCMS/CMS
No hay comentarios:
Publicar un comentario